El Flaco: primera parte «En búsqueda de Nasrudín»
Te econtrás un personaje como el Flaco, lo entrevistás.
Sergio Guevara, flaco, como su apodo lo indica, alto, más que simpático, reflexivo, inteligente, gracioso, con un acentito entre tucumano y mexicano, una risita que aparece entre palabra y palabra, alguna enfermedad que lo obliga a llevar una vida “aburrida” durante algunos meses, pero que le da la tranquilidad de que lo físico se cura y una profesión eternamente asociada a los viajeros, el Flaco es sin dudas la personificación del “sueño del pibe” para muchxs.
Y si bien habla como un pibe, tiene la sabiduría de un diablo. Una vida marcada por dos amores y un viaje en búsqueda al encuentro de un personaje de cuentos.
Titiritero por causalidad del destino, seguramente la vida del flaco no sería la que es sin las intromisiones de su -finalmente encontrado- alter ego, Nasrudín.
-“Las funciones más divinas que di fueron en La Realidad y Roberto Barrios”
El Flaco se refiere a dos de los primeros caracoles zapatistas, y me cuenta que llegaron para un evento del EZLN, iban viajando con La Caravana del Arcoiris, una caravana que partió desde Huehuecoylt, y que llegó hasta Ushuaia.
-“Llegamos por el sub-coyote Alberto”
–Sub-coyote?
–Bueno, como le gusta llamarse, yo lo amo, es un divino, pionero de Huehue. Él convenció a toda la banda de ir en la Caravana. El Alberto es un guerrero del Arcoiris, yo cuando sea grande quiero ser como él…
–En qué sentido?
–Quiero alimentar y trabajar las cosas de él que son un ejemplo para mí… la integridad en la vida, una certeza de lo que estás buscando en esta vida. Veo en él una apuesta… Yo eso lo aprendí estando con Ailín, en ese viaje que hicimos por Latinoamérica, porque nos enamoramos y el amor hace que uno haga cosas increíbles, el amor es un motor, el viaje nos enseñó cómo apostar. Apostar a las ganas de hacer un viaje a la deriva, que no sabíamos ni hasta donde era, ni cuánto tiempo iba a durar, ni cómo lo íbamos a sustentar. Bueno, ella tenía una fe ciega en que el modo de sustentarlo era el teatro. Yo no… yo había tomado un taller de una semana y había faltado cuatro. Yo tocaba la guitarra desde niño. No pude llevar la guitarra pero en el camino tuve muchas, lindas, queridas.
–Te sentías artista?
-“Obvio! Yo iba a ser rockero! Yo me paraba frente al espejo con una escoba y era EL Rockero! La verdad yo no tenía idea de nada… yo sólo me enamoré de esta mujer y decidí hacerle caso en este viaje. Y mirá sino salió bien… va todo a este numerito! Y salió a la cabeza wey. En Caleta Olivia aparecieron los títeres, de una manera tan mágica! En una escuelita de arte donde ella daba clases. Teníamos un programa de radio también y anunciamos que venía un titiritero a dar una función, Carlos Martínez. Muchos años después lo conocí y le dije “gracias a vos soy titiritero” y me dijo “espero no haberte jodido la vida” jajajaj. Al contrario estoy muy agradecido.
–Pero por qué no lo conociste ahí?
–Porque a mi no me dieron permiso del laburo para ir a la función. Yo trabajaba en una empresa petrolera mientras esperábamos que llegara mi pasaporte. Ailín se llevó a todos los chamaquitos del taller de teatro a ver la función y cuando volvió la directora de la escuela le dijo que alguien había hecho unos títeres hacía tiempo y los encontramos en un baúl lleno de tierra. Entonces ese día la clase de teatro de los niños pequeños fue con títeres. Y cuando regresamos a la tarde a la clase con los jóvenes… la verdad pobres pibes… de padres frustrados y con el clima de Caleta Olivia, es triste… el monumento al petrolero que tienen te dan ganas de llorar… porque de verdad siempre se quedaban duros, no había ningún juego dramático o escénico que los motivara a jugar un poquito con el teatro. Y ese día cuando volvimos estaban todos con los títeres en la mano detrás de la tela que habíamos colgado jajaja… jijiji… un jolgorio, no podíamos creer! Y entonces dijimos “qué pedo con los muñequitos? Que te hacen olvidar quien eres y te hacen expresar libremente” y ahí decidimos hacer la obra de títeres. Entonces fuimos a una biblioteca en Caleta Olivia de hace cuatrocientos mil años y encontramos un librito con una obra de títeres que se llamaba “los cucufitos se van de viaje”. No me acuerdo el nombre de la autora pero la tengo que buscar para agradecerle. Ella escribió esa historia para nosotros. No creo que nadie más la haya montado. Se trataba de tres hermanitos que se van de viaje. Y éramos Ailín y yo y Sergio.
–Otro Sergio?
-Sergio Ferreyra que se sumó al viaje en Caleta Olivia. Él se había ido de voluntario a Malvinas y cuando volvió se puso una banda de música y hacía poemas ilustrados con otra mujer, ella recitaba poemas y él ilustraba. Nos hicimos re amiguísimos, éramos los únicos cuatro locos que vivíamos ahí. Cuando le contamos que nos íbamos de viaje quiso venir con nosotros. Los hermanitos eran una niña y dos niños, Politiqui (que era yo), Pepinoli (que era Ailín) y Tiratinta (que era Sergio), que además tiraba tinta! Porque su ilustración era tirar tinta y luego soplar con una pajita para hacer los dibujos, un genio el tipo. Con él llegamos hasta Venezuela, cumplimos la meta! Viajamos con la obra. Rompimos el sillón de casa para hacer los muñecos y el telón, que no llegaba ni a taparnos los pies jajaja. Y así recorrimos todo Suramérica.
En Perú dimos un taller y una de las alumnas se enamoró de Sergio y se sumó al viaje. Y llegamos a Venezuela, cumplimos la meta! Y ahí ellos se volvieron y nosotros nos quedamos un año en Venezuela.
–La meta era Venezuela?
–Claro! Para conocer al maestro Eduardo Di Mauro, que era a quién íbamos a ver para que nos ayude a hacer la obra de los cuentos de… tataratá: Nasrudín!!!!
–Ahí apareció Nasrudín?
–No! Nasrudín apareció al principio del viaje. Fue una locura! Aparecieron los cuentos de Nasrudín y nos lo comíamos! Y todos los queríamos hacer en títeres!
–Y él los ayudó?
–No! Nos sacó cagando! Nos dijo que era imposible. Le dimos los cuentos para que los lea y dos días después nos dijo que no daba para hacerlo con títeres. Nos salimos de ahí con el coranzoncito roto, imagínate veníamos desde la Patagonia para que nos diga eso! Y bueno, nos fuimos a tomar una cerveza y nos encontramos con otros titiriteros que habíamos conocido en otra parte de Venezuela que venían llegando del festival de Manizales en Colombia, y nos cuentan que habían visto unos titiriteros mexicanos divinos y me muestran el programa de mano. Cuando lo abro frap! Ahí estába! Nasrudín en títere!!! La miro a la Ailín y le digo: qué onda? Listo nos vamos a México. Le escribimos una carta postal, era el año 91, a Mireya Cueto, que era la que había hecho a Nasrudín, porque estaban los datos en el programa. “Querida Mireya, no nos conoces, somos Ailín y Sergio, venimos desde Patagonia haciendo obras de títeres, queremos hacer las obras de Nasrudín, vamos para allá. No te molestes en responder porque seguro que nosotros llegaremos antes” Y así fue. Ella estaba en Ciudad de México. Nos fuimos a un festival en Cúcuta, Colombia, que eran 7 días… que se transformaron en siete meses, porque antes habíamos pasado rápido por Colombia porque estaba en el peor momento de su historia. Yo no sabía por qué me llamaba tanto Colombia hasta que estuve ahí. Es el teatro más fino y comprometido que he visto en mi vida. Es Surrealista como México, pero tiene otros colores. Allí la gente sólo quiere bailar y la gente que baila es la más felíz. Fuimos por toda Colombia durante siete meses y luego por fin fuimos para México. En Medellín conocimos a un ser divino, el rey Melchor. Melchor Echagüe, era el Cónsul plenipotenciario de Argentina en Medellín. Nos invitaron al Festival de Medellín y a penas llegamos nos llaman al Hotel… Hola, si qué tal, habla la secretaria del Cónsul queremos que sepan que estamos verdaderamente felices de que un grupo de argentinos se presente y tenemos muchas ganas de conocerlos. Cuando termina la primer función se levanta una mujer hermosa y nos entrega un ramo de flores en nombre del Cónsul y ahí nos enteramos que él estaba en silla de ruedas y que por eso no había podido asistir ni a esa función ni a ninguna de las cinco que íbamos a hacer. Entonces le dijimos vamos ya mismo a conocerlo. Nos subimos al auto diplomático y fuimos con Ailín. Entramos a la oficina de Melchor Echagüe y ahí estaba detrás de un escritorio, con sus canas transparentes, una sonrisa que abarcaba el universo y zonas aledañas y una fuente de zanahorias en gajitos. Divino! Lo amamos inmediatamente! Lo comimos a besos al viejo. Y le preguntamos por qué las zanahorias, y nos dijo que tenía un problema de salud que su notrióloga le recomendó que coma todo lo que cruje. Y nos convidó zanahorias. Y atrás había una foto de dos chicos como de nuestra edad. Él y su mujer, la mujer es la señora que nos llevo las flores. Y bueno charlando con él le dijimos que si él no podía ir a ninguna de las funciones, nosotros le hacíamos la función para él. Y me dice fantástico! Porque acá hay una comunidad argentina muy grande. Y nos cuenta que él es padrino de tres escuelas públicas de Medellín. Nos contrató para hacer función en las tres escuelas y una cuarta en el consulado para toda la comunidad de argentinos.
-Y uds qué obra hacían?
–Rompecabezas se llamaba. Era una selección de cuentos, donde había dos cuentos de Nasrudín, un pedacito del Molinete que fue la obra que llevó Carlos Martínez a Caleta Olivia aquella vez y Los Pericos, que fue una obra que escribimos con Ailín de un par de loritos, que cantan un reggae divino. Hermoso, la Ailín los sigue haciendo. Llegamos a la primer escuela, a los niños les llamaba la atención los títeres, hasta que llegó Melchor en su silla de ruedas con su mujer al lado, y vimos como los 300 niños se tiraron encima, era una montaña de niños y Melchor abajo. Lo amaban. Las funciones fueron divinas. Fue a ver las tres funciones y en las tres escuelas pasó lo mismo. Y a la noche hicimos la función en el consulado. Y al finalizar: el banquete. Comida, vinos, yerba mate de regalo para todo el mundo. Un amigo nuestro, un paisa de Medellín, se sienta a hablar con Melchor, y le decía “vio que bárbaro los chicos, la gira que están haciendo, y todo sobre sus hombros, sin ningún auspicio de nadie. Ellos necesitan un cartel que hable por ellos.” “Claro que sí” dice Melchor, y el paisa “y yo soy el que hizo el cartel de este festival”, “y Ud le puede hacer uno a los chicos… haceme una propuesta” y llega el Iván y nos dice: ya le vendí el cartel a Melchor. Y nos hizo un cartel con el teatrito de Nasrudín, y nosotros dos adentro con una carita de ilusión y decía TEATRO COVALONGA.
–Así se llamaban en ese momento?
–Si, Teatro Covalonga. A otro día nos llama el Iván que ya le había llevado las tres propuestas a Melchor.
–Y eligió la más power?
-Eligió la más cabrona de todas y nos imprimió mil carteles!!! Así que andábamos con todo más los mil carteles con los auspicios de la sección cultural del consulado de Argentina en Medellín. Y nos fuimos a despedir de Melchor que esta vez además de zanahorias tenía jícamas! Y vimos otra foto de dos chicos de nuestra edad y preguntamos quienes eran. Y se les llenan los ojitos de lágrimas a los dos y nos dicen que son sus hijos, y que están haciendo lo mismo que nosotros, viajando por el mundo. Y nos dice Melchor “yo sé que todo lo que haga por uds. a penas va a pagar por lo que han hecho por ellos”. Inmenso el viejo. Muchos años después, pero como 20 años después, cuando estaba de gira en Argentina, en Misiones, mi amigo el topo que fue el que nos llevó a Venezuela, me dice te presento a Martín Echagüe. Y yo dije “wow Martín Echagüe, yo conocí un Melchor Echagüe, que tiene un lugar muy importante en mi corazón” Y él se pone a llorar como un niño y me dice “es mi papá”. Una locura! Fue tan bonito contarle todo esto que te estoy contando, se le infló el pecho. Nos hicimos re brothers. Nos abrazamos y lloramos los dos como dos niños abandonados en el desierto.
Melchor, no conforme con todo lo que hizo, que con el dinero de esas funciones llegamos a México, nos dijo que era amigo del Alcalde de San Andrés, y que le dijo que nosotros hacíamos un trabajo bonito y que entonces él (el alcalde) nos pagaba el pasaje de Medellín a San Andrés. Hicimos las funciones que nos pagó y con ese dinero sacamos el pasaje a Guatemala con escala en Costa Rica. Ese fue el único tramo que hicimos en avión. En Guatemala era vacaciones de invierno, así que no había una sola escuela a la cuál venderle una función, así que duramos poquito en Guate. Y ya nos vinimos para acá.
–Siempre eran funciones para niñxs?
-Si, siempre para niños. Pero viste como es con los títeres, los niños hacen una lectura y los grandes la pasan bomba. Porque cuántos pudieron ver una función de títeres cuando eran niños? Yo vi títeres después de haberme hecho titiritero, así que imagínate. La primer función de títeres que vi fue en Perú. Y a mucha gente le pasará lo mismo. Ir con tu hijo a ver una función de títeres y ver lo que le pasa al niño. Y al niño ver a su papá disfrutar como un niño, es un momento de complicidad muy lindo. Esas son las ventajas que tiene mi profesión -ejem ejem-.
Y bueno llegamos finalmente a México. Jugados. Como todo el viaje, siempre jugados. Con Ailín salimos de Caleta Olivia con UDS 100 entre los dos, después de haber trabajado 9 meses en un lugar donde supuestamente se ganaba el triple, pero se gastaba el cuádruple. En realidad el único dinero que ahorramos fue la función que hicimos antes de salir. Llegamos a México realmente jugadísimos, como todo el viaje. Llegamos a la terminal de la TAPO. Yo había atravesado todas las fronteras por tierra, con las valijas de los títeres, y odiaba cada vez más las fronteras. Odio eso de que de acá para acá soy yo, y de acá para acá es él, y entonces no somos lo mismo y no se qué, y todas esas mierdas de la humanidad, es una misma familia. Yo doy fe, yo me la caminé toda! Desde la Patagonia! Y las diferencias que puede haber entre un pueblo y otro, no son diferencias, son hermosuras de su diversidad. Las fronteras son una mierda que hay en este mundo. Divide y gobernarás. Que se gobiernen entre ellos solitos y nos dejen a nosotros con nuestra Pachamama, deberían buscar que nos hermanemos más, porque no puede ser que en este siglo niños de un lugar del mundo no sepan que existen niños en otro lugar del mundo y que juegan casi a lo mismo. Bueno ahora juegan a lo mismo porque es una pantalla pedorra que te enseñan a ganar puntos. Qué es eso??? Dónde están los niños que juegan con trompos, con bolitas de vidrio, volando cometas, cumpliendo el sueño del hombre de volar por sí mismo…
Bueno, en la frontera de Guatemala y México nos querían romper los muñecos, el gendarme diciendo tenemos que abrir la cabeza de los muñecos para asegurarnos que no lleven droga ahí… y la Ailín diciéndole “el que lleva droga en su cabeza es Ud. Por eso lo proyecta en mi muñeco que tienen goma espuma, de la única manera que le voy a dejar abrir la cabeza de mis muñecos es que si cuando la abre y ve que hay sólo goma espuma yo le voy a abrir la suya delante de toda esta gente para ver qué tiene Ud. en la cabeza”; “bueno está bien pasen pasen”. La Ailín era tremenda. Esos momentos primero te dan bronca y después tristeza de esta gente que está allí en las fronteras cumpliendo un rol que quizás nunca se les habría ocurrido. Otra vez este poder podrido mándanos a jugar el juego que ellos quieren. Llegamos a la TAPO y llamábamos y pura contestadora, no respondía la Mireya. Hasta que luego de como cuatro horas, alguien atiende, y le contamos todo. “Mi mamá está en un festival en Francia, yo acabo de llegar de ahí y ya me estoy por ahí a otro lado… de casualidad me volví a responder… dónde están? Ahora voy por ustedes?” Pablito Cueto, el hijo de la Mireya. Mi brother, lo amo. Nos llevó a su casa en Coyoacán y nos hospedó un mes. Finalmente llega Mireya.
–Había leído la carta?
-Obvio. Y nos hizo caso, no nos respondió. Llegamos con nuestro afán tan divino y auténtico de montar a Nasrudín que ella se enamoró inmediatamente de nosotros. Y nosotros de ella. La mamá de Mireya era Lola Cueto fue la pionera de los títeres en México, Mireya es segunda generación y Pablo tercera. Lola Cueto estaba en el movimiento estridentista de artistas plásticos. Mireya se crió entre todos estos artistas. Cuando le dijimos que queríamos hacer a Nasrudín, nos dijo pero claro!
–Ella ya tenía el suyo…
–El de ella se llamaba Narúdin, con acento en la ú.
–Y cómo funcionaba el de ella?
–Ella hacía una obra que se llamaba Cuentos Islámicos, que eran todos cuentos de medio-oriente y su Nasrúdin era el presentador de los cuentos. Él hilaba una historia con la otra. Porque los cuentos de Nasrudín son cortitos, no se puede sostener una obra con uno. A eso creo que se refería el maestro de Venezuela. Entonces Mireya nos dijo que hagamos una lista de todos los cuentos de Nasrudín que queramos llevar a una obra. Luego nos dijo que escribimos todos esos cuentos en tarjetas, un cuento por tarjeta y luego nos dijo que los agrupemos. Por ejemplo, en todos estos: está con un burro, en estos: cruza la frontera, todos estos otros: está en la plaza del mercado, y así. Finalmente había que hilarlos, que había en común entre el burro y la frontera, y encontramos dos cuentos que cruzaba la frontera con el burro, y luego con el mercado, había un cuento que quería vender al burro, y así quedaron “4 noches y 4 días en la vida de Nasrudín”
Lo montamos… Y fue un desastre.
–Por qué???
–Porque estaban todas las historias mezcladas y como son muy reflexivas la gente no entendía nada. Pero fue un intento muy interesante.
Con Ailín ya estábamos cansados. Y ella se fue. Ahí nos separamos. Y nos quedamos los dos sin espectáculo porque trabajábamos juntos.
–Después de hacer a Nasrudín por primera vez? Y quién se quedó con ese Nasrudín?
–Ella, porque lo había hecho ella. Era el que usábamos en Rompecabezas. Y mirá qué lindo. Ella hacía a Nasrudín y yo a la esposa de Nasrudín. Unas proyecciones geniales! Era brillante! había una chispa increíble!
–Estaban en CDMX?
No, ya vivíamos en Amatlán, aquí en la zona de Tepoz . Porque habíamos ido a visitar a un amigo italiano a Tepoztlán, un sábado al mediodía. Y nos dijo bueno pero vengan ya que me voy a una fiesta. Los 10 años de Huehue! Yo entré ahí y era el túnel del tiempo, yo pensaba que los jipis se habían extinguido. Y ahí conseguimos la casa de Svante.
–Se quedaron a vivir en Huehue de una? No lo puedo creer…
-Sólo volvimos por nuestras cosas.
–Y dónde montaron la obrita de Nasrudín?
-En Tasco, Guerrero. La armamos en Huehue y luego la llevamos allá que una amiga nos invitó a una escuela. Y ahí nos dimos cuenta que no funcionaba. Ya luego nos volvimos, Ailín se fue y yo me alquilé una casita en Amatlán. Y ahí sucedió toda la magia habida y por haber. Cuando vivía en Huehue tomé varios talleres. Yo siempre había hecho composta en Tucumán entonces en Huehue me volvía a sentir en casa. Pero la cosa es que yo cuando me separé de la Ailín me pregunté: yo hago teatro por mí o porque estoy a la par de la Ailín?
–Alto desafío…
La segunda parte de historia sigue en la próxima entrada: https://losotrosterritorios.art.blog/2020/06/04/el-flaco-segunda-parte/
Espero verles en el camino.
#LaOtraJulia
#LosOtrosTerritorios
Interesantísimo, que ricas experiencias!