El Cántaro
La red es inmensa, tanto que a veces parece infinita. Los contactos, lxs amigues, a veces se ve muy claro como el camino se teje entre muches.
¿Estás en Paraguay? Tenés que ir a conocer El Cántaro. Así me dijo Martu, y, obvio, fui.
Me recibió su creadora y me contó toda la historia. Ahí entendí el entusiasmo de Martu y la necesidad que tenía yo de conocer este proyecto.
Lo más bonito de la hisotia de El Cántaro es que empieza con la historia de una mujer, que antes de ser una mujer, fue una niña, una niña que soñaba con algo que todavía no conocía.
Una niña que fue abriendo y forjando su futuro teniendo siempre como meta que sus logros sean logros para su comunidad.
Me encantaría que conozcas a Joe. Que se pronuncia Jo-e y no shou.
Pero antes de entrar en su vida y la de su proyecto me gustaría que te tomes unos minutitos para reflexionar: ¿Cuál es el rol del arte? ¿Qué cuenta el arte? ¿Para qué y para quién?
Joe me cuenta que siempre que me pregunta cómo empezó la escuela, cuento la historia de una niña, que como muchas niñas de muchas ciudades de Paraguay, toda su vida quiso acceder al arte. Pero eso estaba visto como un privilegio, no como un derecho.
Joe tiene una manera muy artística de contar su vida. Se corre del lugar de protagonista, habla de ella misma como de una niña más, siendo completamente consciente que lo que ella le pasa o le ha pasado es parte del complejo contexto socio-cultural del lugar en que nació, no se victimiza sino que reflexiona. Los datos concretos los entremezcla con los colores y sabores de sus vivencias personales. Escucharla es mirar una peli contada por su propia protagonista.
En la ciudad en la que yo crecí que es Capiatá lo que hacíamos las niñas era mirar telenovelas, y nada más telenovelas, «La usurpadora», «Xica Da Silva», «Muchachita», «Perro Salvaje», todas las novelas, porque no había un lugar al que pudiéramos ir a estudiar arte. Y de vez en cuando venía a nuestra comunidad la academia de danza, venía alguna obra de teatro, pero siempre estábamos condenados a mirar no más. Condenados a sentarnos y mirar una realidad totalmente ajena a la nuestra. Una realidad que ni siquiera hablaba como nosotros hablamos y que tampoco tenía una mirada hacia lo local.
Yo siempre cuento que cuando yo era niña, éramos muy ignorantes, yo tenía amigas que a los quince años se embarazaban y el arte no nos llamaba tampoco porque pensábamos que el concepto «arte» era eso que llegaba a nuestra ciudad: las mujeres con las siete botellas en la cabeza y esa música paraguaya, que es lindo, pero eso es mirar y nada más, no te lleva a cuestionar, a criticar, es muy pasivo.
Dando un salto cuántico en la vida de esta niña protagonista de una gran historia de transformación continúa dando un ejemplo de cómo la falta de conocimiento pudo haberla transformado en una persona sin espíritu crítico. Entonces esa niña crece y cuando cumple dieciocho años y vota por primera vez, lo hace por alguien a quién le dijeron que vote, por que ella como todas esas niñas era así, super maleables, con muy poco sentido crítico.
Y luego dando otro salto en la vida de nuestra protagonista nos lleva al momento en que todo empieza a cambiar: Pero por alguna razón esa niña se salva y como siempre quiso estudiar arte llega a la facultad de Bellas Artes y estudia ahí. Pero de repente era un arte que no hablaba mucho de lo que ella estaba buscando, era un arte muy competitivo y ella era malísima pintando, malísima haciendo esculturas, malísima haciendo perspectivas, pero decía «tiene que haber algo más». Pero no había otra forma de estudiar arte en Paraguay, no había otras carreras.
Por cosas de la vida a esa niña un profesor de Bellas Artes le dice «voy abrir una galería, ¿Querés venir a trabajar conmigo? Pero no tengo para pagarte» Y ella vendía championes en un shopping, a la noche se iba a la facultad y los fines de semana venía a Areguá a atender la galería de arte de su profesor. Y así estuvo años. Su privilegio era venir a atender la galería, de vender championes entre semana, los sábados y domingos era una galería de arte. Estuvo tres años atendiendo y por cosas de la vida consigue irse a Francia para hacer una especialización de un año, porque uno de los clientes que venía a la galería era un embajador que le dice «vos tenés que irte a estudiar afuera». Y de alguna manera postula a una beca y gana.
El descubrimiento de la vocación, eso fue lo que verdaderamente salvó a nuestra niña.
Se va a Francia por un año para hacer una especialización en Bellas Artes. Pero ella sabía que no era eso lo que quería hacer, ella lo hacía porque no había otra.
Y cuando llega a Francia dice bueno, tengo un año, o sigo estudiando algo que no me gusta o empiezo otra cosa desde cero. Sin saber si va a terminar esa carrera. Empieza otra carrera desde cero sin saber si va a terminar los tres años. Y así encontró la carrera que le cambió su vida que fue «Mediación Cultural» eso era lo que toda su vida buscó. ¿Qué es mediación cultural? Mediación cultural es cómo hacer un puente entre cultura y territorio, entre comunidades y el arte, cómo trabajar con niñas madres, cómo trabajar en París por ejemplo, las mujeres hindúes o africanas como las ayudas para que no se sientan excluidas por ser personas «sin papel» por medio de su cultura. Ayudarlas a entender que ese es su brillo, que pasen de ser «personas sin papel» a ser personas culturalmente fuertes.
Y por cosas de la vida luego de un año de estudiar esa carrera que le encantó, se volvió loca ella por esa carrera, volvió a Paraguay re triste porque se le había terminado la beca y se queda un año. Y vuelve a la galería a trabajar pero se empieza a visionar y quiere volver a Francia, y quiere comprar ese negocio. La galería en realidad nunca funcionaba, su profesor que fue su compañero nueve años era artista, nunca abría y yo le pedí que no la cierre mientras estuve en Francia, que me esperara.
Y luego de un año en Paraguay se vuelve a Francia dos años para terminar la carrera. Y cuando tiene que terminar la carrera tiene que escribir una tesis. Y para escribirla lo que hice fue imaginar lo que hubiera querido tener Joe a los doce años, a los trece años, etc en Capiatá. Si nos hubieran contado muchas injusticias que por ser muy ignorantes muchas niñas pasábamos yo creo que hubiese sido diferente.
Mi vida fue diferente porque tuve el privilegio de ir a Asunción a trabajar, pero todas mi amigas se quedaron ahí, limpiando casas, trabajando en un super, embarazándose a los quince años, se quedaron ahí.
El paso previo a la creación: la imaginación: Entonces escribí mi tesis imaginando ese lugar, que ahora es la escuela, un lugar que te reciba.
A mí por ejemplo me quitaron del colegio para limpiar casas y yo siempre digo si alguien me hubiera contado que eso era ilegal yo me hubiese ido a denunciar, pero yo no sabía que eso era ilegal y el arte que venía a mi ciudad nunca me contó eso. El arte me mostraba unas chicas bailando y obras de teatro que me hablaban de cualquier otra cosa, y no venía a preguntarnos ¿Qué pasa acá? ¿Qué problema hay en esta ciudad?
Ya, en base a eso vamos a trabajar, no algo ya preestablecido desde Asunción.
Y bueno, dos años después, vuelve a Paraguay, compra el negocio y lo cambia de galería a almacén de arte. Todos mis ahorros que traje de Francia le di a mi compañero, que ya nos habíamos separado, le compro su parte, y así él se abrió y yo continué, pero yo ya tenía potestad de elegir qué se hacía ahí. Porque él prefería que los talleres sean para personas que los podían pagar y nunca fue esa mi intención.
Con la visión más clara empieza la escuela. Primera parada: la calle.
La escuela empezó así en el 2007 con talleres en la calle. Muy de a poquito venían los hijos de los clientes. Pero ella decía «no es esto, si queremos transformar tenemos que trabajar con la gente local, no con el que ya tiene plata para venir de Asunción con chofer, ese ya tiene opción» Ellos pueden pagar una academia en Asunción, si nosotros queremos transformar, tenemos que trabajar acá.
Empezamos la escuela dentro del almacén, pero nadie entraba, entonces dijimos: «salgamos a la calle», a ponernos en el camino de los niños, en el camino de los vecinos, en el camino de la mamá que va con su hijo caminando y de pronto ve un taller de títeres y se quiere quedar. La mamá a veces preguntaba «cuánto es» pero vos le decías «gratis» y ya no le quedaba otra que quedarse a ver.
Estuvimos tres años en la calle, montando, desmontando, con lluvia, con sol, tres años hermosos porque la gente vino, pero re cansados también. Después de tres años decidimos alquilar una casa para poder mover los talleres que ya no sean sólo los fines de semana y teníamos mesas y sillas que habíamos recibido de muchas donaciones, guitarras también, y lo teníamos todo en un depósito, la etapa de la calle ya se había cumplido.
Entonces alquilamos una casa que estaba destruida, pero su alquiler era baratísimo, entonces convocó a todos los papás y les digo «los talleres ya no van a ser en la calle, vamos a tener un local, pero si ustedes no nos ayudan no lo vamos a poder sostener». Entonces vienen. El papá albañil venía los sábados a la tarde, la mamá modista hacía las cortinas, todo un trabajo de dieciocho meses, que si vos ves las fotos de cuando la alquilamos era un desastre, dieciocho meses después la casa quedó hermosa.
Era una casa abandonada pero el dueño nos la alquiló y lo invitamos a la inauguración y un mes después nos llega una notificación pidiendo un alquiler de tres millones.
Y ahí yo me caigo, pensaba para qué me volví. Y ahí aparece Gustavo que también venía viajando y había estado en Misiones construyendo de barro. Y él aparece primero en mi vida y cuando están en mi vida los hago sí o sí trabajar en la escuela. Y le dije «yo hasta acá llegué, me voy a trabajar al almacén que es en donde invertí todo mi dinero y lo estoy dejando de lado por este proyecto» y él me dice «Joe no podés dejar, vamos a seguir, yo te ayudo».
Y cuando llegó la orden de desalojo para mí fue un bajón, lloré dos semanas, porque también tanta gente que trabajó. Yo les decía a los papás «me equivoqué». Yo también fui muy inocente porque no habíamos ni firmado contrato, no lo preví porque nunca pensé que alguien fuese a hacer eso. Quisimos comprar la casa y habíamos conseguido cuarenta millones y la casa estaba ochenta, pero cuando la vio arreglada la subió a cuatrocientos millones, ya eran diez veces más. Ya era imposible.
En ese momento teníamos muchísimos alumnos, entonces le pedimos al intendente que nos preste un depósito para guardar nuestras cosas, nos mudamos y con esa plata que teníamos buscamos terreno porque no teníamos plata para más.
Y buscamos, buscamos, caminamos hasta que conseguimos este terreno, que era de mi mecánico. Y le entregamos cuarenta millones y entregué mi auto para completar lo que faltaba y compramos el terreno. Marzo de 2012 compramos el terreno.
De a poco comenzamos a hacer reuniones con los padres para empezar a construir. Gustavo me decía «vamos a construir de barro» y yo pensaba que se burlaba de mí, pero él insistía «vamos a construir de barro». Y yo estaba tan bajoneada por lo que pasó con la casa medio que lo dejé hacer lo que él quiso. Y él hizo reunión con lo padres y les dijo «vamos a seguir haciendo lo mismo, seguimos con los talleres y la forma de pago es venir a ayudar»
Y en dos años construimos con barro. Y los papás sabían muchísimo más que nosotros. Eso fue hermoso porque un papá decía «tiene que ser bosta de vaca» otro decía «puede ser de caballo» y había muchísimos saberes en la propia comunidad. Fue un gran empoderamiento construir nuestra propia escuela. Y ahí se levantó el salón más grande sin techo, no teníamos techo al principio. Pero así empezamos en terreno propio.
Y luego dejamos el depósito y mudamos todo a la escuela y ya todos los talleres se hacían ahí.
Y desde ahí fuimos cada año creciendo un poquito más. Después vino el baño, después la biblioteca y lo último fue la oficina.
Cada año una cosita más, cada año una persona más que nos vino a ayudar.
Pero ahora nos cuestionamos porque sostuvimos durante tantos años la estructura que el año pasado tuvimos un desgaste emocional.
Teníamos dos personas a tiempo completo, pero la realidad es que las sosteníamos nosotros. El año pasado decidimos no asumir deudas, pasamos a adaptarnos al presupuesto que teníamos. Tomamos también la decisión de abrir la escuela a personas que también se comprometan a cuidar, a limpiar, de participar de las mingas, pero todo ha sido un proceso.
No es el artista el que tiene cultura, todxs tenemos cultura, todxs hacemos arte.
Y eso en la escuela también nos costó porque las mamás venían de una idea de academia, nos preguntaba «¿Cuándo los ponemos a competir? ¿Por qué nosotros nunca competimos?» Y yo les explicaba «nosotros no competimos, si tu hijo sabe más tiene que ayudarle al que sabe menos» Nosotros esas lógica de educación competitiva no la compartimos.
En nuestros talleres hay un profesor cada 40 alumnos, sí o sí el que más sabe tiene que ayudar al profe. Porque si no es insostenible o para poca gente. Hay que romper esa lógica de competir, de yo sé más que vos. Si yo sé más que vos no lo tomo como signo de superioridad, sino con la responsabilidad de que yo tengo que ayudarte.
Y costó eso, costó muchísimo. Pero ya estamos.
Nosotros queremos que haya más escuelas así en Paraguay. Muchas personas nos piden «vení a hacer esto a mi comunidad» y nosotros les decimos «nosotros no conocemos tu comunidad, nosotros no conocemos tu territorio». Nosotros construimos de barro porque en Areguá hay arcilla y barro en abundancia. Pero si les compartimos nuestra experiencia, cuándo nos caímos, cómo nos levantamos, de dónde conseguimos los fondos.
Pero nosotros no dependemos de los fondos, con o sin fondos la escuela se sostiene. Por eso ahora empezamos a alquilar la escuela, por ejemplo se la alquilamos a UNICEF cuando tienen reuniones y de paso les contamos toda la historia.
Estamos en un proceso para que Paraguay genere políticas públicas para que más escuelas como la nuestra se sostengan a largo plazo. Porque hay muchas iniciativas que no logran sostenerse. Nosotros con dieciséis años nunca faltamos, con o sin fondos la escuela empieza en marzo y termina en noviembre. Pero porque tenemos también un negocio que nos avala. Gustavo y yo podemos trabajar en la escuela gratis porque tenemos el almacén, pero otros no tienen, por eso hay que generar un sostén que puede venir del estado. Nosotros re estudiamos la estructura de Argentina, que ha generado pequeñas exoneraciones de impuestos, nosotros no tenemos eso. Nosotros pagamos internet igual que una empresa y debería de haber una tarifa diferenciada porque somos una escuela comunitaria. Y en eso es en lo que estamos tratando de incidir acá.
La historia de Joe es asombrosa, muestra de un gran trabajo y perseverancia pero también de una gran capacidad para sortear los desafíos y conflictos de la vida. Pero había algo que no contó de primera y en lo que yo creí estaba la llave para entender cómo fue realmente su transformación. Por eso le pregunté: ¿Qué fue lo que te salvó? Y si bien ella me cuenta los hechos como sucedieron yo creo que lo que la salvó fue tomar perspectiva, ver opciones, imaginarse en otro lugar.
–Yo soy huérfana, mi papá cuando vivíamos en Capiatá nos cuidó unos años después de que mi mamá murió, pero después no pudo cuidarnos y entonces nos regaló, a mis cuatro hermanos nos dio a un familiar de Asunción. Entonces yo de Capiatá me fui a una ciudad mucho más grande, a una familia de mucha más plata, y ahí entendí que yo era pobre. Yo nunca me di cuenta. Para mí éramos todos iguales en Capiatá. Y lo que a mí me cambió fue salir de Capiatá y el arte. Porque yo no quería ver telenovelas, yo no quería casarme temprano, yo era muy rebelde, muy curiosa. Entonces yo fui la primera universitaria de mi familia y me fui a Bellas Artes por más que mi papá no quiso pagarme la universidad y por eso me fui a trabajar en un shopping. Y después me fui a Francia, estudié, me recibí y me salvé por eso. Mis amigas están en otra y esas niñas que están en la escuela son yo. Soy yo la que está tocando la guitarra, soy yo la que está yendo a una clase de teatro. Cuando vienen las nenas miran al piso, yo era así. Y así a mí me manejaron, me hicieron limpiar, me quitaron del colegio. Yo decía si alguien me hubiera contado, yo que tanto quería estudiar. Y a estas nenas no les va a pasar eso. Porque apenas llegan nosotros les contamos cómo son las cosas. Esto es ley, esto lo tiene que hacer el intendente, si a vos esto te pasa podés denunciar. Todo en la escuela tiene un discurso al lado que acompaña. Nosotros no hacemos caridad artística. La escuela no es un conservatorio. Tuvimos una discusión con un profe que era buenísimo, pero el creía que si un niño faltaba dos veces no podía continuar. Y yo le expliqué que esto no es un conservatorio, que si ese niño no vino es por algo, y él me decía pero me retrasa al otro grupo, y bueno. tenemos que aceptarlo. A algunos profes les cuesta esa lógica. Nosotros somos una escuela popular. Y la escuela popular busca todas las maneras para que el niño siga. Cuesta un poco romper esas ideas.
El arte me salvó, pero no ese arte que me ignoró.
Su experiencia la hace comprender las necesidades de las niñas de su escuela y actuar como mediadora a veces hasta una niña y su mamá.
Con las niñas intentamos tratar algunos temas que al principio a las mamás les daba desconfianza pero con el tiempo fueron entendiendo.
Hicimos por ejemplo «la voz de la niña» la excusa era hacer toallitas artesanales entonces aprovechábamos para hablar de menstruación, de abuso y fue una experiencia muy linda.
Y las niñas contaban todo lo que les pasaba, cómo el tío le ponía el brazo en la pierna, cómo la primera que le vino su menstruación lo veía como algo malo, y así fue todo un proceso de dos años para que las mamás no entren al taller, que las niñas se suelten.
Hay una niña que venía de una religión del pueblo de dios y llegó casi sin hablar, sólo mirando el piso. Y hoy con un taller de canto tiene una presencia, y cómo cuestiona y cómo me dice las cosas, y yo digo «ahí está la obra la arte». No canta bien pero le salió la voz, gracias al canto ella pudo decir lo que piensa.
También en la escuela hay un tema de machismo muy duro, pero es porque venimos de años. Hay mamás que me cuentan que ahora en la casa todos barren.
Para conocer más cómo fue el proceso de transformación de Zoe le pregunté: ¿Qué descubriste en Francia? Y ella me explica con mucho asombro y entusiasmo las personas que la hicieron notar que el arte puede ser transformador.
–Había unos barrios periféricos donde había unas mujeres africanas y la henna, que era su pintura artesanal, era de alguna manera una inserción social. Ellas no hablaban francés, eran personas humildes, pero de repente de su pintura había como cincuenta personas queriendo escuchar. Entonces se sentían mejor. Entonces el trabajo era ese. No hacer que el arte de sentido de superioridad pero sí de seguridad demostrando que no soy tan poca cosa. Y también descubrí proyectos que me encantaron. Por ejemplo, tenía una compañera cuya tesis fue «Un pequeño desayuno». En Francia hay muchísimas personas en situación de calle, ella escribía obras de teatro. Y ella decía mis vecinos nunca vienen a ver mis obras y me paso invitándolos. Pero claro Mediación Cultural te hace cambiar la lógica, entonces ella dijo «voy a hacer durante dos meses los pequeños desayunos con mis vecinos en situación de calle, y me voy a sentar con ellos a desayunar y a escuchar su historia» Su obra maestra se trató de los pequeños quince desayunos que ella descubrió que eran pdh, que eran médicos, eran personas super intelectuales que estaban en esa situación. Y cuando hizo la obra de teatro en su barrio dijo «esta es la historia de personas con las que te cruzas, con las que yo me cruzo, con las que mi hijo se cruza» Entonces hay muchas formas. También había un proyecto que me encantó «Tu mini museo» En Paraguay nadie sabe porqué son importantes los museos y se piensan que son aburridos. Pero la Mediación Cultural te dice «para vos los museos son aburridos, pero ¿Cuál es tu pieza mágica? ¿Cuál es la pieza que más valorás, que más amás? ¿Cómo es tu mini museo? Y yo dije «el alhajero de mi mamá» que es lo más sagrado que yo tengo porque es lo único que tengo de ella. Y me dije «si yo puedo conectarme con ese objeto que me pone a mi en primer lugar, yo puedo después entender por qué un museo es importante» Porque ya no es mío personal, es de una comunidad, no lo voy a entender por lógica, lo voy a entender porque a mí me ponen en primer lugar. Esa sensación la trasladas a la idea de un museo nacional. Para mí eso fue demasiado mágico.
Si, evidentemente el arte puede ser transformador, pero ¿Qué se transformó en esa niña? le pregunté.
–Gustavo me dice que ya no tengo que contar más la historia de esa niña triste, dice que tengo que contar la historia de la niña empoderada. El año pasado fue muy importante porque yo empecé a estudiar música. La escuela hoy tiene música porque yo siempre quise tocar música. Yo trabajaba en una casa que las niñas que yo cuidaba estudiaban música en un conservatorio y yo las tenía que llevar. Y cuando las llevaba y no querían estudiar yo les decía yo me moriría por ser yo la que esté ahí. La música siempre fue un pendiente y el año pasado empecé a estudiar chelo. Empecé por mí. Yo veo a las niñas cómo tocan y soy feliz. El año pasado tocar «el derecho de vivir en paz» de Víctor Jara. Y ese fue el cierre.
Yo creo que soy esas niñas que vienen a la escuela y que no tienen plata pero igual tienen un instrumento, no tienen plata e igual tienen acceso a la biblioteca, no tienen plata pero igual tienen acceso a internet. Y yo pienso «si yo hubiese tenido ese lugar en Capiatá» Nosotros les decimos «es su casa, si roban algo se están robando a ustedes mismos» Es un lugar más de contención. Lo que hacemos no está sólo relacionado con lo artístico. Lo artístico es la excusa.
Nosotros cuestionamos mucho cómo es la organización social, hablamos mucho de los derechos con los chicos, hablamos mucho de las ocho horas de trabajo. Pero en la escuela nosotros no pagábamos algo que se llama el seguro social porque no lo podemos sostener. A veces ni las empresas pueden. Nosotros nos pasamos años sosteniendo sueldos y aguinaldos pero eso era un salto demasiado grande. Nosotros no cobramos y teníamos dos personas que trabajaban en la escuela que tenían acceso a las cuentas de la escuela, ella veían que cada año nosotros completábamos de nuestra plata lo que faltaba. Y de repente, si tenían derecho a exigir, pero es que nos veían como patrones y nosotros pensamos que esa lógica nunca iba a ser. Y por eso el año pasado soltamos todo, indemnizamos y listo. Porque por todo teníamos que responder nosotros y no podíamos cargarnos con más trabajo. Y por eso yo también decidí hacer un paso al costado. Si El Cántaro pago un sueldo mínimo pero no saben lo difícil que es conseguir para ese sueldo. El dolor de cabeza que es cada mes. Y eso sí me dolió. Que la gente de mi mismo lugar, que siguen nuestro mismo pensamiento político-idealista, nos criticaron a nosotros. Y sí tenía razón pero no es que nosotros cobrábamos y nos lo guardábamos, nosotros trabajábamos gratis. Y eso a mí me dolió.
Nos costó muchísimo. Y tenemos la llave comunitaria. Por ejemplo hay clases de Yoga, pero esa persona se encarga de limpiar la biblioteca, no le cobramos nada. Si buscamos que no cobren muy caro porque no es la idea. Pero también es soltar. Y aprendimos también a hacer reglas de convivencia. «El que hace tal cosa, tiene que» Tiene que haber acuerdos. Sólo seguimos pagando los sueldo de los profesores pero no es lo mismo porque no están tiempo completo.
-¿Y cómo te imaginás El Cántaro cuando tenga treinta, cuando sea adulta? Le pregunté y nos reímos.
-Me imagino que haya más escuelas así. En eso estamos. Yo me salí de la logística de la escuela porque me estoy ocupando de unas capacitaciones que hacemos hace tres años que se llaman «Intercambio de saberes» y juntamos a gente como nosotros y pensamos cómo medir nuestro impacto, cómo trabajar la memoria, cómo hacer comunicación popular. Y es super lindo. Yo creo que la única forma que continúe es abriendo a otra gente. A mi me gusta hacer encuentros de capacitación de lo que hacemos. Contar la experiencia, qué nos salió, que no nos salió. Y eso estoy haciendo. Me gusta compartir más que enseñar. Y estoy haciendo un libro que se llama «Telar de voces» Tengo treinta y seis historias para compartir.
-¿Qué te gustaría contarme? Le pregunté porque me parecía que había algo más. Y su respuesta yo la resumiría diciendo que volvemos a cambiar cuando descubrimos la red. Ella me contó que:
En el 2016, descubrí un movimiento que se llama «Cultura vida comunitaria» y justamente fuimos a Argentina a un encuentro. Yo pensaba que El Cántaro estaba sola, que era una utopía loca y nos fuimos ahí y descubrimos que había radios comunitarias, bachilleratos populares, etc. La filosofía de este movimiento es que todos somos creadores, todos somos artistas. Se basa en el buen vivir, en la decolonización, desmercantilización. Y yo dije «entonces lo que nosotros hacemos se llama cultura viva» y en el 2016 volvimos locos con Gustavo que no estábamos solos, que en América Latina hay mucha gente. Nos rompió nuestro paradigma también porque Paraguay es más protocolar con los centros culturales. Y no, un barrio organizado puedo tener su cultura sin esperar que venga el estado a decirles qué es cultura y qué no.
Cada vez aprendemos más de personas como nosotros y ese movimiento es algo que me apasiona. Hace tres años que nos pusimos en campaña para armar el movimiento en Paraguay.
Esta es mi pasión ahora, y es hermoso. Porque la gente quiere salir de la cultura oficial. Eso de alguna manera es ser rebelde. A nosotros no nos quieren en la municipalidad «esa escuela comunista» dice el intendente, «esa escuela comunitaria» le digo yo. (risas).
A mi me gustó agarrarme de ese movimiento que descubrimos y el año pasado fuimos a un congreso en Perú y fue maravilloso. Con comunidades indígenas, las comunidades afro, comunidades LGTBI, esto rompe las estructuras. Me gustaría que hubiera más presupuesto para escuelas como la nuestra. Porque yo siempre digo que somos privilegiados Gustavo y yo por tener a su familia que nos apoya. Y creo que el universo nos devuelve por ese lado todo lo que damos en la escuela. Tenemos lo más básico para vivir que es no tener escasez.
La historia de Joe me hace sentir que es verdad que cuando una niña sana muchas otras sanan también.
Una búsqueda de bienestar que la llevó a una profunda transformación, tener como norte el compartir y ayudar a otras personas sin dudas fue llevando a nuestra protagonista por lo caminos que tenían los saberes que ella necesitaba articular para cumplir su sueño: otra infancia es posible y el arte es nuestro gran aliado para ello.
Que este relato llegue a toda niña que necesite sanación.
No dejes de perseguir tu sueño, quizás hay otras niñas que necesiten de él.
Nos vemos en el camino de los sueños y las utopías.